“La cultura mueve al mundo, no la economía”
21 Agosto, 2014 - 21:54
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Manuel Lino / enviado El Economista
Vargas Llosa recibió el Nobel de Literatura en el 2010. Foto: AP
Lindau, Alemania. La del jueves fue una noche de primicias. Fue la primera vez que un Premio Nobel de Literatura es convocado a dar una conferencia en los Lindau Nobel Laureate Meetings, que se realizan desde 1951; también fue la primera vez que no sólo los estudiantes y jóvenes investigadores, provenientes (en esta ocasión) de 80 países, y reporteros tienen el privilegio de escuchar una de las conferencias de los laureados con el máximo premio mundial, ahora 150 ciudadanos sobre todo de la ciudad de Lindau tuvieron acceso a los boletos (gratuitos), mismo que aprovecharon y agotaron en pocas horas, e incluso para el propio Mario Vargas Llosa hubo un estreno y un motivo de celebración.
Puede parecer extraño, pero para el escritor peruano es nuevo que el Nobel Meeting le considere relevante no sólo como uno de los grandes novelistas de nuestros tiempos, sino también por sus ideas políticas.
“Créanme cuando les digo que esto es algo nuevo. En el mundo en el que me muevo en Latinoamérica, Estados Unidos o Europa, cuando algún individuo o institución alaba mi trabajo literario normalmente añaden ‘Aunque estamos en desacuerdo con él. Aunque no siempre concordamos con él, o esto no significa que aceptemos sus críticas u opiniones sobre temas políticos’.
“Aunque me he acostumbrado a esta bifurcación de mí mismo, estoy contento de estar unido otra vez gracias a esta prestigiada institución, que en lugar de someterme a ese proceso esquizofrénico me ve como un ser unificado, un hombre que escribe y participa en debates”.
Vargas Llosa, quien ofreció su conferencia en el idioma oficial del congreso, el inglés, explicó su posición política: “No es una labor fácil. No es suficiente decir que soy... quizá sea más sabio decir que creo ser, un liberal”.
La palabra, explicó, “tiene diferentes y antagónicos significados dependiendo de quién y dónde lo diga. Por ejemplo, mi amada abuela Carmen decía que un hombre era un liberal cuando se refería a un caballero de hábitos disolutos, alguien que no sólo no iba a misa sino que hablaba mal de los sacerdotes.
“Para ella, la encarnación prototípica de un liberal era un personaje legendario de mi ciudad natal Arequipa, en Perú, que un buen día le dijo a su esposa que iría a la plaza a comprar el periódico y nunca regresó.
“¿Por qué ese hombre liberal se fue a París, abue? Por qué crees, hijo, para corromperse. Esta historia es el remoto origen de mi liberalismo y mi pasión por la cultura francesa”.
El divertido público escuchó cómo en EU el término suele asociarse con ser “un socialista y un radical”, o que en Latinoamericana y España le dicen liberal “o aún peor, un neoliberal” por la perversión política de la semántica que ha transformado el significado original de “amante de la libertad, una persona que se opone a la opresión” para aplicarla a “un reaccionario, un cómplice de la explotación de los pobres del mundo”, entre otras acepciones que caben tanto en la extrema derecha como en la izquierda.
UN MENSAJE PARA
LOS ECONOMISTAS
Para Vargas Llosa la discrepancia de opiniones es sana e importante, porque no viola los principios del liberalismo, “que son democracia política, la economía de mercado y la defensa de los intereses de los individuos por encima de los del Estado. Por ejemplo, hay liberales que creen que la economía es el campo en que se pueden resolver todos los problemas y que el libre mercado es la panacea para todo, desde la pobreza al empleo y la discriminación.
“Estos liberales han llegado a generar más daño a la causa de la libertad de lo que hicieron los marxistas, primeros campeones de la tesis absurda de que la economía es la principal fuerza de la historia de las invenciones y la base de la civilización”, dijo el literato ante unos nueve premios Nobel de Economía que acudieron a escucharlo.
“Eso simplemente no es cierto. Las ideas y la cultura son los que distinguen la civilización de la barbarie, no la economía. La economía, por sí misma, sin el soporte de las ideas, los valores y la cultura, puede producir resultados óptimos sobre el papel, pero no da propósito a las vidas de las personas, no da razones para resistir la adversidad ni está unida a la compasión de manera que se pueda vivir en un ambiente permeado de humanidad”.
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